40º Aniversario: ‘Yo corrí un Marathon’
8h30’ de la mañana de un Domingo despejado con tiempo fresquito, el ideal para realizar un marathón, todos estábamos impacientes por escuchar la carcasa que indicaría el comienzo de la carrera, por delante quedaban los días, las semanas y meses dedicados al entrenamiento; a veces sufriendo, otras disfrutando, pero la suerte estaba echada. Allí en la línea de meta 1.300 corredores estaban con el firme propósito de enfrentarse a la Marathón, 42,195 Kms nos quedaban ante nosotros por recorrer nos separaban de la línea de meta. Y en la salida, todos juntos, de todas clases sociales, trabajos Entre ellos me encontraba yo, con el ánimo de bajar el tiempo del primer marathón que corrí (4h21’) y dejarlo en menos de 4h. Yo, con 13 años rodeado de gente de todas las edades iba a intentarlo, a intentar vencer a la marathón, a la dura prueba de fondo.
Al entrar en Pinedo había mucha animación, la gente se había agolpado en las calles animando pero poco después al salir del pueblo, en el camino viejo del Saler, todo solitario, excepto algunos ciclistas que trataban de dar ánimos, por fin el 2º puesto de avituallamiento (los hay cada cinco km.), en el kilómetro 10.
Lo paso en 50 minutos, todo va sobre ruedas, entramos en el pueblo del Saler, donde está todo muy animado y por una calle muy amplia nos dirigimos hacia la playa, hacia los paseos. Cómo cuesta el primer tramo de arena y la subidita al paseo, pero eso se pasa en un periquete; ya estoy arriba, que bonito está el mar, calmado y sosegado. El sol empieza a pegar, y llegamos al desvío provisional hacia Valencia, que es un camino de tierra, y más que tierra, arena de playa, cómo molesta ese tramo, la arena obliga a cambiar el ritmo, apretar un poco más hasta que se llega a la carretera del Hotel Sidi Saler Palace. A unos 100 metros se vislumbra el Km 15 de carrera, el 3er puesto de avituallamiento, me paro a beber un poco porque si bebo a la vez que corro, no pierdo tiempo pero tampoco bebo casi nada, cojo un par de naranjas y continúo.
Llegamos a otro tramo de tierra que nos conducirá al lago artificial del Saler, subimos a un puente sobre una de las entradas del Mar en la Albufera y nos disponemos a dejar bordeándolo, el lago a la izquierda, allí está mi familia que me da unos ánimos tremendos, y me siento resucitar, pasamos el Sobre el km 17 me junto con un chico moreno de 16 o 17 años y me junto con él, iniciamos conversación y la carrera se hace más agradable, luego salimos desviándonos hacia la derecha hacia la carretera Nazaret-Oliva girando hacia Valencia en estos momentos me encuentro bastante bien, además pienso para mí, ahora volvemos hacia Valencia, llegamos y ya está.
Cruzamos de nuevo el puente sobre la Gola del Puchol (Albufera) y enfilamos la carretera Nazaret-Oliva, llegamos al Kilómetro 20 y mi compañero se para, ya no puede más intento animarlo pera era imposible poco después abandonaría llegamos al Km 21, meridiano del Marathón y llego con 1h45’ en esos momentos me pasa un chaval más o menos de mi edad zumbando, a toda prisa, como si la carrera acabara dentro de 5 Kms, (poco después él también abandonaría), nos desviamos hacia la carretera El Saler – Alfafar, uno de los tramos más duros del Marathón, es una carretera totalmente rodeada de campos de arroz con tres o cuatro casitas, pero los 6 Kms que dura es siempre igual, campos y campos y yo sigo en medio de dos grupos de corredores, completamente sólo, la soledad me agobia, siento dolores en todo el cuerpo, las piernas me funcionan automáticamente, y cuando peor me encontraba oigo “adelante Gómez, tú puedes hacerlo”, me quedo atónito, el que lo dice es un antiguo profesor mío, esto unido a que se acaba la dichosa carretera y llegamos a Continente, un Supermercado, alrededor del cual se encuentra gente animando, me hacen revivir, he pasado el Km 25 y repuestas energías, me dispongo a enfrentarme a los 17 últimos kilómetros en la Pista de Silla.
Se une a mí un ciclista que me anima e incluso se adelantó y me trajo agua y naranjas, el tráfico no es abundante pero los gases molestan, a doscientos metros vislumbro un puesto de refresco con esponjas, el ciclista me coge un par, y ya voy llegando a Valencia, de momento faltan como 2 Kms. para llegar al 30, que se encuentra sobre el Nuevo Cauce del río Turia, al llegar pienso que ya está chupado, que es como ir desde mi casa al Puerto, cogemos el desvío a la derecha hacia la margen izquierda centrándonos en la Autopista del Nuevo Cauce en dirección a Madrid, pasan mis padres en el coche animándome, de fondo me encuentro bien, algo cansado pero bien.
Pero por desgracia al acceder al desvío de la calle José Soto Micó, con la alegría de llegar a la ciudad, piso en falso sobre el asfalto, pues había un hoyo y me tuerzo el pie de tal forma que no puede de por menos escapárseme un grito, me siento roto, me paro, pido réflex, pomada…, por orgullo y amor propio continúo corriendo, cojeando, quizás intentando cumplir el dicho de que quién acaba un marathón vence al dolor, el caso es que voy cojeando pero cada vez lo noto menos, cada vez paso a más gente, gente que se para, que va más despacio… llegamos a la calle de S. Vicente mártir, larguísima ella, en el Km 32, cojo una esponja de nuevo, pero noto el famoso muro de los maratonianos, no sentía nada, ningún ruido, es una experiencia que a mí me resultó nueva, no notaba nada, no paraba de correr, me parecía que iba tambaleándome, mareado, pero así, de golpe, volví a la realidad, era el famoso “muro” del que siempre había oído hablar, era cuando el marathoniano se encontraba con la dura realidad, una forma de enfrentarse al Marathón, no había más explicación.
En el Km. 35 seguía en la calle S. Vicente mártir, parecía que no avanzábamos, a partir de ahí iba sufriendo todo el camino, luego cuando por la Plaza de España nos introducimos al túnel de la Grandes Vías fue horroroso, habían cortado el tráfico en el sentido hacía las Grandes Vías, pero por la otra parte no dejaban de pasar coches, el túnel estaba lleno de humo, casi no se podía respirar la polución era algo inaguantable, luego la costosa subida y ya de lleno en la Gran Vía Marqués del Turia, era larga, pero al fondo estaba el río, la Alameda, la Meta.
Pero la sorpresa fue cuando nos desviaron hacia la Calle Colón ¡Todo era dar vueltas tontas en vez de ir en línea recta! Pero en fin, así era el recorrido. Por fin la Calle Guillén de Castro y cerca de las Torres de Quart. El Km. 40. No podía ser, parecía un sueño hecho realidad, llevaba un crono de 3h31’, ya me quedaban sólo dos kilómetros, en un tramo estaban mis abuelas que empezaron a animarme, yo empecé a apretar, no me encontraba muy bien pero el ansia de llegar me podía, seguía pasando a mucha gente, el dolor del pie no lo notaba casi, me animé mucho.
Quedaba poco, cosas de la vida, pasé al padre de un amigo mío. Ya se oían los altavoces, llegué a las Torres de Serrano, 1 Km escaso me faltaba. Ya llegaba, ya. Cada vez iba más deprisa, llegué al puente del Real y la animación era total, y por fin 195 m. me separaban de la meta, una columna de gente situada a ambos lados de la calzada parece como si te tendieran una alfombra para llegar a la meta.
Me lo planteé “tranquilamente”, cogí desde el principio de la Alameda, un ritmo al sprint y en la misma Alameda adelanté a 7 personas, a 30 m. de la meta me emparejé a un hombre y los dos apretando a tope para intentar llegar uno antes que el otro, mientras por los altavoces un compañero de la S.D.Correcaminos empezó a animarme por el micrófono y a achucharme, la gente aplaudía el esfuerzo y por fin, llegamos juntos a meta con un crono de 3h39’38” y una diferencia de 42’ con el tiempo anterior, lo había conseguido, llegué el 266º sobre 900 corredores y el 4º de mi categoría Menor, no está mal pensé.
— Este texto es obra de Eduardo Gómez para una redacción de Clase de Francés – EPLA –San José con 13 años en 8º de EGB. Eduardo L. Gómez ‘Eduardito’ (@EduardoLCoach) sigue corriendo y siendo socio de SD Correcaminos.
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